miércoles, 12 de febrero de 2014

LA CARRETERA

El 27 de enero de 1977, Oscar y Laura se dirigían en su viejo automóvil a visitar a unos familiares que vivían en un pequeño pueblo de Castilla. Salieron muy temprano de Madrid a fin de que les diera tiempo llegar antes de ponerse el sol, ya que a Laura no le gustaba conducir de noche.
Ya en la Comunidad de Castilla, se dieron cuenta de que habían cambiado muchos caminos, y el tráfico había sido desviado de manera que se tendrían que alejar unos 3km hasta la siguiente salida para enganchar con la carretera principal y seguir en dirección al pequeño pueblo.
No obstante, Oscar le dijo a Laura que él recordaba aquellos caminos, que lo mismo tomando algunas carreteras secundarias llegarían antes al pueblo y sus familiares no se preocuparían tanto. Laura se encogió de hombros y se durmió contra la ventanilla. Oscar cogió el siguiente desvío que les sacaba de la autovía y empezó a conducir, torciendo más adelante por una pequeña carretera que llevaba a un valle que Óscar recordaba cuado iba a merendar con sus abuelos cuando era niño.
Dos horas después, Laura se despertó. Todavía adormilada, preguntó cuanto quedaba para llegar. Óscar respondió que parecía que la antigua carretera había sido reconstruida y que la ruta cambiaba, pero que no sería mucho más tiempo el que tardarían en llegar.
Pasó otra media hora y Laura, extrañada, observó que el paisaje por el que pasaban siempre era el mismo: el mismo árbol, la misma roca veteada, los mismos postes de luz de madera podrida... y además, no parecía tener fin. Reaccionó después de dos minutos y se lo dijo a Óscar, quien comprobó que efectivamente, era así. Pararon el coche y se bajaron. Todo era normal, el aire soplaba, el sol brillaba...
Óscar pensó que el paisaje era así de aburrido y no le dio la más mínima importancia, pero Laura estaba muy asustada y quiso tomar otro camino. Su marido, enfadado porque ello les haría perder más tiempo, dio media vuelta para llegar al desvío que tomaron hacía casi tres horas.
A medida que iban avanzando, el paisaje cambiaba, y Laura respiró más tranquila. Óscar le dijo enfadado si no se sentía ridícula por tener miedo de un paisaje monótono. Se enfadaron los dos y empezaron a discutir acaloradamente, hasta que optaron por no hablarse hasta llegar al pueblo.
Cuatro horas llevaban recorridas en dirección contraria cuando Óscar empezó a asustarse también, pensando que se había perdido. Ya había anochecido y comenzó a invadirle el pánico, pero calló sólo por no admitir ante Laura que había cometido un error. Laura le gritó diciendo que dónde estaba el desvío, que ya deberían estar en la autovía, que era un inepto por creerse que conocía la zona. De repente no llegaron al desvío, sino a un pueblo... extraño.
No era un pueblo, era más bien una pequeña aldea. Todas las casas estaban abandonadas, con los cristales rotos y las puertas abiertas. El viento no soplaba, y la luna brillaba con una luz mortecina que sólo aumentaba la sensación de incomodidad. La carretera atravesaba la aldea y continuaba unos cien metros más adelante.
Laura sacó la cámara de fotos y fotografió la aldea para ver si los abuelos de Óscar podían decirles qué había pasado en aquel lugar, aunque lo más probable es que los habitantes se hubiesen marchado a zonas más urbanas. Sin embargo, aquel pueblecito no parecía normal. No era lógico que desde el desvío hasta la carretera que se repetía no hubiesen visto ese pueblo. Además, no había ningún cartel con el nombre de la aldea y ningún otro que les dijese la población más cercana. Al norte, al sur... en todas las direcciones sólo se veía campo y más campo, ni una sola luz de un coche ni de una casa, nada. Desde que tomaron la bifurcación que les llevó a esa carretera, no se habían cruzado con ningún vehículo, ni visto ninguna persona.
Óscar quiso seguir camino por la carretera que continuaba más allá de la aldea, pero Laura se opuso. Estaba aterrorizada: la carretera que no tenía fin, el pueblo abandonado... todo era inquietante.
Óscar, encolerizado, la agarró fuertemente del brazo y la metió en el coche. Después subió él y se dirigió al lugar donde la carretera daba una curva para seguir indefinidamente después del pueblo.
Laura empezó a gritar. Le suplicó que no fuera por ese camino, que volviesen atrás, que tarde o temprano encontrarían a alguien. Como Oscar no la escuchaba, ella cogió el volante y lo torció a la izquierda. Se salieron de la carretera y el coche giró en redondo hasta que se quedó quieto.
Inexplicablemente, al lado de ellos apareció una gasolinera. Óscar, rojo de ira con Laura, se bajó y entró a preguntarle al muchacho qué pueblecito era el que había a menos de 500m de allí, que su novia se había vuelto loca de terror por una tontería.
Pero fue él mismo quien quedó aterrorizado cuando el muchacho le preguntó extrañado cuál era esa aldea, que por allí no había ningún pueblo con esas características. El chico le preguntó cuántas horas llevaba al volante sin dormir.
Óscar echó gasolina y subió al coche. A unos 2km de allí, vieron el desvío a la autovía, entraron en ella y no hablaron hasta que llegaron al pueblo de los abuelos de Óscar.
Óscar le contó lo sucedido a su abuelo, riéndose de Laura y diciendo que se había vuelto loca. Pero el abuelo los miraba muy serio. La abuela se fue a la cocina muy seria también.
Entonces el abuelo los abrazó llorando a los dos. Les dijo que estaba muy contento de que Laura hubiera sacado el coche de aquel lugar. Les contó que en aquella zona existía la leyenda de que había una carretera maldita que atrapaba a casi todo el mundo que se adentraba en ella. Una vez entrabas, la primera señal era que el paisaje se repetía constantemente. Esto te obligaba a dar la vuelta y te llevaba al pueblo abandonado. Se creía que casi todas las personas que llegaban a ese punto seguían camino justo por donde se acababa el pueblo, por donde Óscar quería seguir. Y en ese punto nadie sabe lo que ocurre cuando se sigue adelante, ya que las personas que lograron salir de la carretera no siguieron por ahí, sino que atravesaron el campo, desesperados por el miedo, hasta que hallaron zonas pobladas. Muchas personas contaron la historia, pero nadie las creyó.
Al día siguiente, Laura fue a revelar el carrete de fotos del pueblo. Cuando se las devolvieron, no le cobraron. Todas habían salido blancas, ni una imagen del pueblo lograron mostrarle al abuelo.
Una semana después, Laura y Óscar se marcharon, y prometieron tener cuidado y no desviarse del camino. Dos horas después de haber salido, la carretera se estrechó y llegaron a un pueblo. Estaba abandonado y tenía los cristales de las casas rotos. Las puertas estaban abiertas. El pueblecito no tenía nombre, y la carretera se ensanchaba para continuar 100m más allá... Óscar dio un grito aterrador

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